Por A.E.
La transformación de soja en biodiesel duplica el efecto invernadero
El ahorro neto en emisiones de dióxido de carbono que se consigue con el etanol es mínimo o casi nulo.
Hasta hace poco, el material biocombustible suponía la solución ideal a dos grandes problemas: el cambio climático y, sobretodo, la dependencia del petróleo. Científicos suizos de los Laboratorios Federales de Investigación y Prueba de materiales han llegado, recientemente, a una desalentadora conclusión al respecto: los biocombustibles existentes no frenan los daños al medioambiente sino que transmutan sus efectos.
El estudio, en el que han intervenido Hugh Tan, de la Universidad Nacional de Singapur, y Lian Pin Koh, del Instituto Federal Suizo de Tecnología, pone en duda la esperanza de que el biocombustible sea la mejor alternativa al crudo. Y aunque éste reduce al 80% las emisiones de C02 y las emisiones de azufre, es biodegradable y duplica la vida útil de los motores de vehículos, al analizar los tipos de biocombustible existentes se ha podido demostrar que, en vez de reducir los efectos dañinos en el medioambiente, los encauzan a otro ámbito. En este sentido, la investigación arroja resultados sorprendentes, por ejemplo, acerca de la transformación de soja en biodiesel en Brasil: en comparación con la combustión de hidrocarburos, duplica el efecto invernadero debido a la gran cantidad de cultivo de soja y la introducción masiva de abonos en el país americano. La reducción de los desechos de hidrógeno deriva en la contaminación ulterior de terrenos y aguas a través de abonos.
Peor es el caso de Estados Unidos, país que utiliza el centeno para la fabricación de etanol, en donde el efecto acumulativo para el entorno supera 9 veces el daño ecológico proveniente de la combustión de petróleo (900% más). Los datos arrojados por este estudio resultan especialmente llamativos en vista del rápido ascenso de la producción de etanol en Estados Unidos, país que ha pasado de producir 190 millones de litros en 1.979, a casi 50.000 millones en 2.010. El ahorro neto en emisiones de dióxido de carbono que se consigue con el etanol es mínimo o casi nulo. La producción de esos 50.000 millones de litros consumió el 40% de la cosecha estadounidense de maíz. En consecuencia, el sector alimentario subió los precios y se creó una zona muerta en el golfo de México, donde el agua del Mississippi deposita todos los fertilizantes que absorben los campos de maíz del Medio Oeste.
Los investigadores suizos califican el aserrín, la caña de azúcar y el estiércol como los materiales más ecológicos. Sin embargo, los científicos señalan que en realidad sería imposible afirmar que el biocombustible derivado de estos cultivos no dañasen al medioambiente, puesto que sería necesario un incremento de la producción agrícola. Como consecuencia, se entraría en conflicto con el uso de tierras de cultivo para la alimentación, o con el origen de otros problemas medioambientales relacionados con los cambios en el uso de la tierra.
Alternativas: combustible a partir de deshechos de celulosa y alcohol
Los resultados de la investigación sugieren que el combustible obtenido de los desechos de biomasa, como el papel y el cartón, sea una solución esperanzadora para la producción eficiente de energía limpia. El etanol celulósico producido a partir de la basura de los vertederos del mundo podría sustituir suficiente gasolina y tener un efecto negativo lo bastante bajo como para que las emisiones globales de carbono se redujeran en un porcentaje que va desde el 29,2 % hasta el 86,1 % por cada unidad de energía producida. Aun así, puede que las enzimas autogeneradas no basten para obtener etanol de celulosa a un precio asequible en el mercado. Pero incluso, si el azúcar de la celulosa llegase a resultar competitivo, su empleo derivaría en un notable deterioro agrícola y ambiental.
La búsqueda de biocombustibles más rentables y eficientes continúa, por lo que siempre cabe esperar la innovación. En Escocia ya existe una destilería que genera su propia energía a través de los residuos de su producción de whisky. Esta cotizada bebida acohólica contiene propiedades suficientes para transformarse en biocombustible. Además, en una destilería, el 90% de lo producido no es el afamado licor, sino residuos como cáscaras de grano o cervezas ricas en proteínas destinadas generalmente para la fabricación de fertilizantes. Dos compañías escocesas han firmado un acuerdo para convertir los desechos de la elaboración del whisky en combustible para automóviles. Celtic Renewables produce biocombustibles tomando como base los subproductos de las industrias biológicas y la destilería Tullibardine fabrica whisky puro de malta. Ambas compañías han llegado a un arreglo para aplicar el proceso a miles de toneladas de desechos de la destilería. El profesor Martin Tangney, fundador de Celtic Renewables, asegura que la asociación es un paso importante en el desarrollo de un negocio que combina dos iconos de las industrias escocesas: el whisky y las energías renovables.
Al otro lado del Atlántico, la empresa Alcoholes del Uruguay (ALUR), también produce combustible a partir del alcohol. ALUR prevé que, para finales de 2012, la producción acumulada de biodiésel llegará a 48 millones de litros, mientras que la de etanol será de 44 millones de litros, lo que significará un ahorro de 65 millones de dólares en importaciones de petróleo y derivados.